La Tribuna
“Ya no quedan posibilidades de recuperarnos, la producción se vino abajo, la roya terminó con todo nuestro patrimonio”, expresó Felipe Mendoza, uno de los tantos productores pequeños del sector de Las Limas, municipio de Alauca.
Su pequeña finca es desolación total, igual que muchas de grandes y medianos cafetaleros enfrentados a la peor crisis de su historia en 20 años.
Mendoza es dueño de una finca de cuatro manzanas que antes producía 35 quintales por manzana. Este año solamente cosechó tres quintales; “es un desastre, porque tengo compromisos que cumplir y el único ingreso ha sido la producción de café”, señaló.
“Café no hay, todo se cayó, mi pérdida es total; yo pensaba este año cosechar por lo menos 60 quintales. No existe ninguna posibilidad de recuperarnos. Ya no hay nada, tal como se ve en todas las fincas, lo que económicamente es una tragedia porque nosotros vivimos de esto, es nuestro medio de subsistencia”, dijo.
La mayoría de pequeños productores trabajan sin financiamiento. Los recursos que obtienen para el mantenimiento de las fincas es a través de anticipos con intermediarios que les adelantan dinero que deben pagar con la cosecha. Este año no podrán pagar por lo que esperan que las personas que les adelantaron dinero sean consecuentes y comprensivas.
La única salida que le queda a los productores es la renovación total de sus fincas sembrando variedades resistentes a la roya, muchos ya comenzaron a cortar los cafetos dañados, pero no todos están en capacidad de hacerlo por los elevados costos, a no ser que cuenten con financiamiento a largo plazo; “algo que para los pequeños es un sueño, aunque no imposible porque no vamos a dejar morir la única esperanza que nos queda”, expresó don Felipe.
La renovación de una manzana tiene un costo de 35 mil lempiras que muchos productores no están en capacidad para hacer; además, habrá que esperar tres años para que comiencen a producir y recuperar la inversión, algo casi imposible para muchos caficultores cuyos sueños y esperanzas se esfumaron con la llegada inesperada de la plaga.
Pero entre los cafetales diezmados por la plaga, la finca de Moisés González resulta como un pequeño oasis, ya que conserva su finca intacta porque hace tres años comenzó a sembrar cafetos resistentes a la roya, pero a muy alto costo, porque el mantenimiento resulta muy elevado y, según lo expresó, los bajos precios en el mercado no compensan el sacrificio y el esfuerzo de tantos años.
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