Cecilia L. Sánchez
Cuso Internacional, Honduras
Ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer, un día para congratularnos por los avances, recordar a nuestras antepasadas que nos han llevado hasta aquí y llamar la atención por los retos que nos quedan.
Fue propuesto por primera vez por Clara Zetkin, una representante alemana de la Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910, en un llamado por los derechos de las mujeres y la paz mundial.
Esto se dio al comienzo de un periodo de gran transformación social y política en el mundo. Europa estaba al borde de la I Guerra Mundial, los imperios coloniales de Asia y África estaban sufriendo las primeras conmociones nacionalistas, y en Norteamérica las mujeres reivindicaban su derecho al sufragio.
Cuando se celebró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de mujeres participó públicamente en él. Además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo.
¿Qué pasaba en aquellos tiempos en Honduras? ¿Cómo recibirían esa noticia nuestras abuelitas o bisabuelas? ¿Se enterarían de la noticia? ¿Participarían en las movilizaciones de ese día?
Seguramente que sus ocupaciones en la cocina no les dejaban tiempo para ello, ya que por aquel entonces, el sacerdote José Trinidad Reyes, escribía con el seudónimo de Sofía Seyers a favor de las mujeres:
“Yo, débil mujer me atrevo a levantar la voz reclamando los derechos de mi sexo, en medio de un pueblo que apenas lo conoce: yo, sin misión expresa de mis compañeras, hablo en su favor a una sociedad que se cree iluminada con los resplandores del siglo XIX, y que no va a retaguardia en la marcha de la civilización y del progreso, pero que, en orden a nosotras, no tiene ideas que vayan en consonancia con sus adelantos.“No pido tanto como las mujeres parisenses (…) ni de que, abolida la esclavitud (…) no se haya también emancipado la mujer; quedando ella sola esclava en un medio de tanta libertad (…); aunque no hallo razón suficiente para que se dé a los varones el privilegio exclusivo de optar por los empleos, y de gobernar a los dos sexos; aunque podría esperarse, tal vez, que sería mejor la suerte del género humano dependiendo de la mujer que dependiendo de los hombres, de los que tenemos experiencia que han trastornado y desfigurado el mundo moral, de tal manera que ya no es aquel el Criador destinado para la razón humana (…) Esto supuesto, ¿Por qué en Honduras no se toman otros cuidados, para formar a la mujer, que los que se ponen en la educación de un pájaro, o de otro de esos seres privados de razón, cuyo destino es proporcionar placer y desahogo a los hombres? ¿Por qué no se nos da en la sociedad otro papel que el de muñecas automáticas, con quienes los varones entretienen sus ocios, a quienes no creen capaces sino de conversaciones pueriles sobre modas, trajes y amoríos?”
Seguramente que las mujeres en Honduras no estaban lo suficientemente fortalecidas como para alzar la voz a favor de ellas mismas, como para que un hombre tuviera que hablar por ellas. ¿Qué casos habrá escuchado en su confesionario y en su parroquia el Padre Reyes como para que sintiera tanta compasión por las mujeres de sus tiempos?
¿Qué tanto hemos avanzado desde entonces?
Si vemos hacia nuestro país, los asesinatos de odio contra las mujeres se incrementan: un promedio de dos mujeres son asesinadas cada día en Honduras, por ser mujeres.
Durante el período gubernamental recién pasado, 18% de las curules del congreso nacional eran ocupadas por mujeres, a pesar de que para entonces había una ley de cuotas de 30% mínimo (ahora incrementado a un piso de 40% en la expectativa de llegar a un 50%).
Las mujeres perciben el 84.9% de los ingresos que recibieron los varones en el área urbana y el 88.5% de los del área rural.
Las mujeres asumimos casi la totalidad del trabajo de cuidado de otros: en la casa y en la comunidad.
No obstante, también tenemos avances importantes: la participación femenina en la educación es comparable a la de los hombres y hasta un poco más elevada. Igual sucede con la presencia de las mujeres en los puestos administrativos y de dirección intermedia.
Lejos estamos del momento que motivó a Olympe De Gouges a proponer una Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana a la revolución francesa:
“Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer (…) La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por seriguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.”
Cuso Internacional es una organización de desarrollo canadiense que trabaja para reducir la pobreza y la desigualdad a través de los esfuerzos de voluntarias y voluntarios.
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