La Prensa |
Xiomara Orellana
La Prensaa
Coatzacoalcos, Veracruz, México
El silbido del tren los alertó y los hizo correr. Eran las 6:00 de la tarde en México y una hora menos en Honduras cuando 600 hondureños apresurados tomaron sus bolsas y mochilas para lograr un espacio en la bestia.
Peleaban por subir las escalerillas, acomodarse en el techo y asegurarse de que partían en el segundo tren que vuelve a recorrer la ruta. Hombres y mujeres esperaron 25 días bajo el puente en la Avenida Uno, su improvisado hogar.
Bajo la estructura se albergaron, se taparon con cartones y se cuidaron entre ellos. Cuando el número de ilegales se adueñó de la zona, el gobierno municipal de Coatzacoalcos los apoyó con comida, sanitarios móviles y brigadas médicas.
La ayuda no ha cesado. Por primera vez los emigrantes se sienten protegidos en una de las partes del trayecto que ha sido calificada de peligrosa.
Ayer a las 9:00 de la mañana, el sonido del tren hizo que los mojados reaccionaran y sin pensarlo dos veces se alistaran a partir. Sin embargo, los policías federales les impidieron subir debido a que el tren transportaba químicos y ante el peligro les notificaron que hasta las 6:00 de la tarde se habilitaría el tren cargando productos menos peligrosos, para que continuaran su ruta.
“Hay que seguir, ayer se peleaban demasiado por un puesto, ahora se va más relajado. Quedamos como 600, pero los que quedaron varados en Arriaga e Ixtepec vienen en camino y se va a incrementar el número. Por eso mejor nos vamos hoy y llegamos a Tierra Blanca”, relató Moisés Salguero, hondureño originario de Yoro, que con su esposa, hermano y primos viaja con la fe de cruzar la frontera.
Al mediodía, la llegada de un vehículo de paila que cargaba ollas de sopa de verdura con pollo los puso en fila para esperar que se les entregara su porción. La comida abunda y la aprovechan porque no saben cuántos días pasarán para que vuelvan a probar un bocado.
“Estos días no nos podemos quejar. Nos han dado de comer hasta dos veces en un tiempo. La gente se ha portado bien y por primera vez han cambiado con nosotros. Hoy nos dan no solo alimento, sino también cariño. Es el único estado donde la gente ahora no ve mal a los migrantes”, relató Wilfredo Amaya, migrante hondureño originario de Tela, Atlántida.
El temor de ser atacados los hace estar vigilantes. Con pena han descubierto que hondureños forman parte de las bandas que les roba, los secuestra y viola a las mujeres en el camino para cruzar la frontera. “No entendemos cómo siendo de la misma tierra nos pueden hacer daño. Dos hondureñas tuvieron el valor de denunciar a 10 paisanos que las violaron y robaron en la zona de Tenosique. Fueron detenidos por la Policía Federal, pero ayer los dejaron libres. Entonces vuelven a hacer de las suyas. La gente dice que por el valor de los hondureños los contratan las bandas, pero cómo nos hacen daño”, relató Óscar, migrante que ayer abordó el tren.
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